lunes, 14 de febrero de 2011

TÒPICAS FREUDIANAS EN LA CIENCIA

Partir de la pregunta ¿qué es la realidad? Nos desliza a plantear diversas interrogantes de orden epistemológico, ¿Cómo sabemos que conocemos esa realidad? , ¿Qué sabemos de la realidad? o si la realidad esta ahí como un todo independiente a nuestra existencia, o somos nosotros los sujetos que le damos existencia a través de lo que percibimos de ese exterior.
Ante estas interrogantes existen posturas o paradigmas científicos los cuales intentan dar un sentido de explicación. El positivismo; corriente del pensamiento, enfatiza que todo lo que podemos  conocer es por medio de la ciencia cuyo método  se basa en la observación, elaboración  y comprobación de hipótesis que posteriormente se convierten en teorías y se experimentan de manera empírica para sostener dichas hipótesis. Bajo esta perspectiva del pensamiento, se llega a conocer por la capacidad cognoscente del sujeto es por ello que es necesario tener el método adecuado para conocer la realidad, mismo que garantiza la verdad y legalidad del conocimiento del mundo material y social, puesto que el acceso a dicho conocimiento se realiza mediante los sentidos, la razón y  a través de la experiencia, por ende supone que la realidad  es independiente y la conocemos en correspondencia con la experiencia.
El conocimiento para su argumentación se vale de la lógica,  corriente del pensamiento que permite estructurar enunciados razonables que dan cuenta de la verdad,  en enunciados de verdadero  y falso cuyo lenguaje es de acumulación informativa lo cual permite argumentar de manera solida las hipótesis que se establecen.
Las interrogantes para concebir una disciplina como ciencia se complican cuando se desea conocer el inconsciente, ¿Cómo argumenta Freud que el psicoanálisis tiene estatuto de ciencia si el objeto con el cual se encuentra no tiene factibilidad en los medios lógicos de hacer ciencia? Ante ello Freud enuncia una explicación para poder conocer eso que el llamó inconsciente; el aparato psíquico, conjunto de relaciones que establece el psiquismo humano para dar cuenta de un orden que incluye sistemas de relaciones de esta manera podemos ubicar al inconsciente como parte de un sistema, un aparato  susceptible de conocimiento.
Anna O, las asociaciones libres de su discurso, el análisis de los sueños  son los indicadores por los cuales Freud da cuenta de un nuevo objeto de conocimiento que no se encuentra en el plano de los sucesos psíquicos conscientes, sino de los sucesos psíquicos inconscientes.
Freud asume que las vías para llegar al inconsciente son precisamente procesos equívocos de la lógica; actos fallidos, sueños, lo ambiguo del lenguaje,  (una lógica equivoca) fenómenos que se alejan de una lógica clásica en donde no existe la contradicción, reconociendo valores de verdad (falso y verdadero). Y que se manifiestan en el lenguaje,  en el habla del paciente, en sus palabras.  Pero epistemológicamente ¿pueden los psicoanalistas argumentar que a partir de lo equivoco practican la ciencia? Freud, se enfrentaba con el gran problema de no poder ubicar el estudio de los procesos oníricos como manifestaciones del inconsciente con la lógica científica de su época:
“Me vi llevado a admitir que estamos otra vez a uno de esos casos, no raros, en que una creencia popular antiquísima, mantenida con tenacidad, parece aproximarse más a la verdad de las cosas que el juicio de la ciencia que hoy tiene valimiento. Debo sostener que el sueño tiene realmente significado y que es posible un procedimiento científico para interpretarlo”. Sigmund Freud: La interpretación de los sueños (Primera parte). Obras completas, vol. IV. Buenos Aires: Amorrortu, 121-122.

¿Se puede explicar el inconsciente bajo un razonamiento lógico? Para dar cuenta de una explicación científica aunque no dentro de los parámetros de la ciencia positivista  Freud se vale del aparato psíquico, un modelo de sistemas cuyas relaciones dan cuenta a los espacios psíquicos misma que advierte una vida psíquica con sentido lógico pero extraño al sujeto de la consciencia.
Cada una de estas instancias dotadas de propiedades determinadas nos permiten, según Freud, dar cuenta de la realidad, puesto que la realidad se formula desde el consciente al inconsciente y del inconsciente al consciente sirviendo el preconsciente de “comunicador que desfigura” los contenidos reprimidos, es así como estas instancias a través de sus interrelaciones dan cuenta de la construcción de la realidad psíquica. Es a partir de un modelo energético  mediante el cual Freud explica este aparato psíquico “el modelo del peine”.

Por lo anterior Freud advierte una explicación de estos procesos inconscientes mediante su aparato psíquico  Si la primera tópica de Freud nos permite comprender el aparato psíquico mediante los lugares y funciones del inconsciente, preconsciente y consciente como las instancias intrapsìquicas e psíquicas donde no existe una frontera absoluta sino permeable que nos permiten construir una realidad, realidad psíquica para Freud, la cual se manifiesta a través del  habla de sus pacientes y la  escucha de  Freud a los mismos. La clínica es el  cuerpo principal de la metapsicología del psicoanálisis, ya que existen momentos en la construcción de la teoría psicoanalítica donde son los pacientes quienes le da la pauta para añadir nuevos elementos a la construcción de la teoría freudiana, de esta manera se da paso a la segunda tópica.
Los lugares de la segunda tópica se explican por medio de las pulsiones que se ubican en las relaciones del “yo” el “ello” y el “superyó” en donde Freud  señala la tendencia a la muerte, lo negativo, “Mas allá del principio del placer” es el texto en donde Freud introduce  el constructo de “Pulsión de muerte” concepto que permite establecer la base de la segunda tópica freudiana, si en la primera tópica las pulsiones sexuales se manifestaban mediante el principio del placer en donde la reducción de las tensiones permiten una homeostasis del aparato psíquico (lo defensivo y lo reprimido es el conflicto pulsional).La segunda tópica tajantemente nos expone que los sujetos se inclinan hacia la fragmentación, la búsqueda o retorno a lo inanimado, el displacer…;
“Pero entonces debemos decir que, en verdad, es incorrecto hablar de un imperio del principio de placer sobre el decurso de los procesos anímicos. Si así fuera, la abrumadora mayoría de nuestros procesos anímicos tendría que ir acompañada de placer o llevar a él; y la experiencia más universal refuta enérgicamente esta conclusión. Por tanto, la situación no puede ser sino esta: en el alma existe una fuerte tendencia al principio de placer, pero ciertas otras fuerzas o constelaciones la contrarían, de suerte que el resultado final no siempre puede corresponder a la tendencia al placer” Sigmund Freud: Mas allá del principio del placer. Obras completas, vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu

Ahora Freud nos externa que el deseo no sólo es lo reprimido, sino deseo de muerte. Son los fenómenos de repetición en la clínica (compulsión a la repetición) los que dan la base para desarrollar la pulsión de muerte en  la segunda tópica freudiana. La pulsión de muerte es una expresión de la propia conservación del ciclo vital, puesto que el displacer que proporciona dicha pulsión permite la búsqueda del placer y la prevalecía de este en los procesos psíquicos.

Pues bien; si todas las pulsiones orgánicas son conservadoras, adquiridas históricamente y dirigidas a la regresión, al restablecimiento de lo anterior, tendremos que anotar los éxitos del desarrollo orgánico en la cuenta de influjos externos, perturbadores y desviantes. Desde su comienzo mismo, el ser vivo elemental no habría querido cambiar y, de mantenerse idénticas las condiciones, habría repetido siempre el mismo curso de vida. Más todavía: en último análisis, lo que habría dejado su impronta en la evolución de los organismos sería la historia evolutiva de nuestra Tierra y de sus relaciones con el Sol. Las pulsiones orgánicas conservadoras han recogido cada una de estas variaciones impuestas a su curso vital, preservándolas en la repetición; por ello esas fuerzas no pueden sino despertar la engañosa impresión de que aspiran al cambio y al progreso, cuando en verdad se empeñaban meramente por alcanzar una vieja meta a través de viejos y nuevos caminos. Hasta se podría indicar cuál es esta meta final de todo bregar orgánico. Contradiría la naturaleza conservadora de las pulsiones el que la meta de la vida fuera un estado nunca alcanzado antes. Ha de ser más bien un estado antiguo, inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira a regresar por todos los rodeos de la evolución. Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte; y, retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo. Sigmund Freud: Mas allá del principio del placer. Obras completas, vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrort.

Con lo anterior podríamos preguntarnos ¿cómo resuelve Freud este constructo teórico desde la lógica de la ciencia de su época? Evidentemente no existe en su época una lógica que le permita establecer enunciaciones sobre el inconsciente, sin embargo esta a través de la lógica no clásica con la cual podemos argumentar que el inconsciente es un objeto de conocimiento cuyas manifestaciones a través del lenguaje pueden dar cuenta de una realidad subjetiva.

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